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El día 10 de diciembre de 1998, en un discurso pronunciado tras la entrega del Premio Nobel de Literatura, don José Saramago, hizo referencia a los incumplimientos de los deberes de los ciudadanos y dijo “Nos fue propuesta una Declaración Universal de Derechos Humanos y con esto creímos que lo teníamos todo, sin darnos cuenta de que ningún derecho podrá subsistir sin la simetría de los deberes que le corresponden. El primer deber será exigir que esos derechos sean no sólo reconocidos sino también respetados y satisfechos. No es de esperar que los Gobiernos realicen en los próximos cincuenta años lo que no han hecho en estos que conmemoramos. Tomemos entonces., nosotros, ciudadanos comunes, la palabra y la iniciativa. Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo comience a ser un poco mejor”.

Cada 10 de diciembre se celebra el aniversario de la proclamación en París y por la Asamblea General de Naciones Unidas la Declaración Universal de los Derechos Humanos [Resolución 217  A (III)]. Es breve, treinta artículos. El apartado 1 del artículo 29 no recoge derecho alguno, todo lo contrario, pues dice “Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.” Saramago reivindicó los derechos recogidos en los veintiocho artículos precedentes, también, con fundamento en la propia Declaración, los deberes respecto a la comunidad.

Cada 10 de diciembre, desde hace unos años, en Salamanca, en el edificio antiguo de la Universidad de Salamanca, el de la rana en la calavera en su fachada, las Escuelas Mayores, la Fundación Torre del Clavero, vinculada al Colegio de la Abogacía de Salamanca, con la Subdelegación de Gobierno, sindicatos y otras instituciones sociales, con presencia de autoridades civiles y de las Fuerzas Armadas y Policía, se conmemora, puertas abiertas, la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta ciudad, pequeña hoy, esa Universidad, acogieron en su día, a Francisco de Vitoria, dominico, a la Escuela de Salamanca, uno y otra iniciaron, según las crónicas, eso que se ha dado en llamar Derecho Internacional, con sus ideas, germen de los derechos humanos, que pasado el tiempo, y allende los mares, en 1776 en los hoy Estados Unidos; después, más cerca, en Francia en 1789 y, más cerca y también en Francia en 1948, siempre, siempre tras la violencia de una revolución o una guerra, sobre aquellas primeras ideas salmantinas, sobre aquel germen, desconozco los grados de influencia, salvo que fueron los primeros, llegaron la Declaración americana, la Declaración francesa y la de Naciones Unidas, todas ellas de los Derechos del Hombre. Hoy en Europa, esa Declaración Universal se complementa, en sede del Consejo de Europa, con el Convenio Europeo de Derechos Humanos y, en sede de la Unión Europea con la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Hoy, 10 de diciembre de 2024, como alguna que otra vez, no siempre, he acudido a esa cita; y como cada vez, esta fría tarde noche he regresado triste a casa. Una presentación, un discurso breve, una conferencia sobre la materia y, la lectura de cada uno de los treinta artículos de la Declaración Universal por distintas personas. Como siempre. Como siempre, el compromiso de las instituciones sociales parece quedarse en ese acto y, el compromiso con esa Declaración se reduce en quienes acudimos a escuchar o participar en esa lectura. Y hasta el año que viene. ¡Peeeerdón! En esta ocasión alguien ha sido creativo y en su lectura del artículo 25, lo ha actualizado, pues, cuando el texto original dice “Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social”, la persona lectora ha dicho “Todos los niños y las niñas, nacidos de “; y es que la moda, es la moda; menos mal que no dijo aquello de “Todos los niños, las niñas y les niñes, nacidos de”. No me sé los artículos de memoria, acompaño a cada lector, cuestión de liturgia, leyendo al compás cada artículo en el móvil.

Y voy y me pregunto si esta Declaración Universal de los Derechos del Hombre es o no aplicable a los abogados, pues, según el artículo 22, toda persona tiene derecho a la seguridad social y a la satisfacción de sus derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad; según el 23, toda persona tiene derecho al trabajo y a la protección contra el desempleo,  a una remuneración equitativa y satisfactoria; el 24 que toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Veamos, hoy existe un elenco de problemas muy importante, llega a la jubilación mi generación, cuando empezamos estábamos obligados a incorporarnos a la Mutualidad de la Abogacía, y esta en su momento proveería las pensiones. Algunos pudimos compatibilizar la Mutualidad con la Seguridad Social, la mayoría no. Las pensiones a recibir de quienes no pudieron, dados los muchos condicionantes para hacerlo, cotizar en la Seguridad Social, son bajas, bajísimas, según dicen, lo común entre 400 y 600 euros, algunos algo más. Las bajas médicas son escuetas, y si lo es por cuestión psicológica, habitual en la profesión por el “queme” generalizado, la Mutualidad es absolutamente rácana, tres meses y dinero mínimo, y pocos más en toda la vida profesional. Derechos económicos, y cada día aumentan las eternas cuentas de abogado, las eternas tasaciones de costas reclamando al cliente o al contrario los honorarios devengados en los procesos, y quienes en los Juzgados tranquila y pausadamente las tramitan tienen una frase habitual y cruel, “hubieras opositado”. Turno de oficio, desconocido para quien escribe, pero conocido por él cuando de contrario se produce, divorcio, 250 euros, ¿tiempo? El que sea necesario, meses, años. Ya, y una guardia de un médico ¿cuánto cuesta? ¿cuánto cobran mis amigos médicos por una guardia? y, ¿por las peonadas? El desempleo por causas no atribuibles al abogado, quien lo conozca que levante la mano. El descanso, eso de desvincularse del trabajo fuera del despacho, salvo aquellos que son funcionarios y compatibilizan con el ejercicio, o quienes tiene un trabajo complementario, o trabajan para una empresa, de nuevo, quien en el ejercicio cabal de la profesión pueda disfrutar de ese tipo de descanso, que por favor nos diga al resto como lo hace. Y si esto es así para una profesión, sólo queda decir aquello de “si aquí hace frío, que pasará en la sierra.”

Hoy en España, y sabiendo que en lo siguiente me irrogo una determinación que no me corresponde, el primer deber humano de los profesionales de la abogacía para con los derechos humanos recogidos tanto en la Declaración Universal de Derechos del Hombre, en el Convenio Europeo de Derechos Humanos y en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, y a la par del tema elegido este año en Salamanca para conmemorar la proclamación de la Declaración, “los derechos humanos de las generaciones futuras”, ha de consistir en lograr unas condiciones laborales y económicas, retribución del turno de oficio incluida, adecuadas al tiempo en que vivimos y, que mejorándolas día a día - ¿cuántas horas semanales dicen que se ha de trabajar para ser productivos?-  , las nuevas generaciones de abogados puedan servir a nuestra sociedad mejor y en mejores condiciones que quienes, a pesar de los pesares, vamos en retirada.

“Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo comience a ser un poco mejor”.




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