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En Vigo, un grupo de adolescentes ha sembrado el terror en el barrio con amenazas, coacciones y agresiones físicas, especialmente dirigidas a otros menores. Unos de estos individuos es un joven de 14 años y el típico "matón del barrio", que ha emitido múltiples amenazas de muerte, tanto en persona como a través de mensajes. Sin embargo, no actúa solo: la banda está integrada por jóvenes de entre 14 y 18 años.

Esta noticia efectivamente es de España, no se trata de ninguna banda de ningún país latinoamericano. Muchas veces pensamos que la violencia no tiene nada que ver con nosotros y ya me ha pasado que me han dicho, la justicia restaurativa está bien para países altamente impactados por la violencia pero no es el caso de España. Pues bien este es uno de los muchos ejemplos que demuestran que debemos hacer algo más de lo que estamos haciendo.

LA VIOLENCIA NO SE SOLUCIONA  CON POLÍTICAS MÁS PUNITIVAS ES IMPORTANTE BUSCAR UNA VERDADERA ATENCÍON A LAS NECESIDADES DE LOS AFECTADOS

Cuando un relato como el que he comenzado aparece en prensa es lógico pensar que lo necesario es aumentar las penas. Y si se trata de adolescentes la idea de endurecer la ley de responsabilidad penal de menor es una constante.

Entiendo el enfado y la preocupación de los padres que tienen que estar con miedo cada vez que sus hijos salen a la calle, pensando que se van a encontrar con estos matones de barrio, y comprendo que la sociedad al no sentirse segura solicite medidas para recuperar esta seguridad. Sin embargo, más allá de esto, se necesita otras políticas que prevengan estos delitos y sobre todo generen espacios de recuperación a la comunidad afectada.

Por supuesto, que si los delitos son graves deben recibir su reproche de la sociedad a través de la pena o la medida de seguridad en el caso de menores de edad. Sin embargo, si de verdad pensamos que la justicia juvenil debe ser pedagógica, en la que la reinserción cobre todavía mucho más sentido que en la justicia penal de adultos, debemos buscar fórmulas complementarias para fomentar estos objetivos,  sin olvidarnos del apoyo y protección a las víctimas.

Y en este caso es donde podría entrar la justicia restaurativa. Pero claro una justicia restaurativa entendida como lo que es y puede aportar y no como lo que generalmente leemos que es en medios de comunicación.

Si pensamos que la justicia restaurativa solo puede aplicar en los juzgados y con ayuda del principio de oportunidad, estamos dando por hecho que la justicia restaurativa solo aplica a delitos leves, para evitar el juicio y solo para reparar el daño causado. Y realmente la justicia restaurativa no es un mecanismo alternativo, de hecho, es un gran alivio que el gobierno no haya incorporado  en La Ley Orgánica de Eficiencia del Servicio Público de Justicia una referencia a mecanismos alternativos en el ámbito penal. Esto habría sido desastroso porque habría limitado la justicia restaurativa a la mediación penal (se habría generalizado la confusión de que la mediación penal es igual que otras mediaciones) y se habría limitado a delitos menores.

Es más en mi opinión tras 18 años prestando el servicio de justicia restaurativa en los juzgados de Burgos, los delitos de escasa entidad (antiguas faltas) se deberían gestionar a través de mediación. En  estos casos,  por lo general, no hay una persona que causó un daño y otra lo sufrió  y además suelen partir de conflictos en los que hay co responsabilidad muchas veces son problemas derivados de la convivencia.

Por tanto, si de una vez por todas se lograra ver la amplitud de la justicia restaurativa podríamos comenzar a diseñar y aplicar programas restaurativos y no cursos o talleres no solo en el ámbito penal y penitenciario sino en ámbitos tan necesarios como el escolar y familiar. Sorprende que la justicia restaurativa y las prácticas están en boca de todas las personas, ya nadie parece desconocerla pero luego no parece que tenga repercusión en la práctica.

Veo publicidad de colegios, institutos, comunidades, etc. que dicen aplicar justicia restaurativa y luego esto no se traduce en algo práctico y para muestra diversos titulares de noticias que estos días se han estado viendo en prensa. Por un lado crecen los casos de acoso y violencia a profesores sobre todo por parte de los progenitores y por otro lado, preguntados a estos por los temas esenciales sobre los que el gobierno debiera legislar, se descubren como prioritarios las medidas para mejorar la salud mental y para prevenir el acoso y combatir el consumo de drogas.

Si se estuviera realmente aplicando justicia restaurativa a nivel escolar, ¿no deberían verse algunos resultados? Esta es la gran duda. Es más según noticias del 1 de diciembre sobre un informe del sindicato de enseñanza ANPE los docentes acuden al defensor del profesor para resolver estos conflictos. Esto me ha dejado todavía con más preguntas, ¿solo se hacen prácticas restaurativas entre alumnos? ¿no se incluyen a toda la comunidad escolar? Esto es un ejemplo de cómo la realidad práctica no tiene nada que ver con lo que en la teoría se vende una y otra vez sobre los grandes beneficios de la justicia restaurativa. Y ocurre en todos los  ámbitos no solo escolar sino penal, penitenciario…

Volviendo a la noticia y buscando opciones que puedan atender las verdaderas necesidades de las personas dañadas debería irse un poco más allá del ámbito penal. Los propios progenitores de uno de los chicos agredidos que han denunciado han manifestado el miedo con el que conviven y que su hijo no sale a la calle porque temor a que haya represalias.  Por eso, solo con denunciar no se van a sentir más seguros, ni siquiera aunque los chicos agresores acabaran en un centro de internamiento, porque el miedo a la venganza va a quedar latente.

La solución pasa por la prevención y la educación aunque es cierto que es un camino largo, cuyos efectos totales no se van a ver a corto plazo, y sin embargo, es necesario comenzar a implementarlos.

JUSTICIA RESTAURATIVA EN OTROS ÁMBITOS PARA CONSTRUIR Y FORTALECER COMUNIDAD

Para comenzar la casa sobre los cimientos se necesita entender la justicia restaurativa como la justicia de la comunidad, tanto si la vamos a aplicar en la comunidad escolar, laboral, familiar, penitenciaria, penal… formamos parte de  un todo que es el grupo en el que nos relacionamos.  Nuestra aspiración debería ser comunidades totalmente restaurativas.

Para esto si vamos a trabajar en ámbito como este caso, escolar debemos incluir a todos los miembros en las diferentes intervenciones restaurativas que se realicen esto implica niños y niñas, profesores, progenitores y otros trabajadores de los centros.

A partir de ahí, se debería diseñar diferentes intervenciones o programas encaminados a prevenir conductas violentas, educar en valores restaurativos y si llegado el caso se producen daños, fomentar la asunción del daño y la mitigación del dolor causado.

Prácticas concretas son interesantes para fomentar el uso de la justicia restaurativa pero es importante una continuidad con ciertos programas que formen parte de la estructura y funcionamiento de los lugares donde las vamos a aplicar ya sea el colegio, la familia, el lugar de trabajo etc.

Para ello deberíamos diseñar diferentes programas con metodologías restaurativas que encaminen a la comunidad escolar hacia la justicia restaurativa como marco ideológico para regir la convivencia . En estos casos soy consciente que lo complicado no es lograr aplicarlo con los chicos y chicas sino que lo realmente difícil es que los adultos;  profesores y padres y madres entiendan que esto también tiene que ver con ellos.  Para que esta implicación sea real se necesita pedagogía restaurativa,  ofrecer una información clara y precisa  de lo que se quiere hacer en el centro y la necesaria implicación de todos ellos en este proceso.

De esta manera poco a poco se van a ir introduciendo a través de los diferentes programas determinadas herramientas y hábitos restaurativos que van a favorecer la convivencia, y la prevención de conductas violentas.

Supongo que no es algo sencillo y mucho menos si por ejemplo, los chicos no asisten a clases o si lo hacen está en colegios diferentes. En estos casos,  y un ejemplo es la noticia con la que he comenzado, sería necesario y vital programas restaurativos en la comunidad y directamente incardinados en las familias. No se trata de criminalizar conductas que fomentan la violencia, sino ofrecer espacios donde las personas puedan compartir sus necesidades, miedos, esperanzas y retos para lograr una convivencia pacifica y erradicar determinadas conductas violentas que están afectando en el barrio y/o la familia y que tienen su reflejo y repercusión en toda la sociedad , repercutiendo  como es este caso a las personas más jóvenes.

El problema es que invertir en prevención y programas restaurativos requiere personas realmente formadas, dinero y tiempo y los resultados van a ser más cualitativos que cuantitativos con lo que no suele resultar rentable para ninguna administración. Es curioso ver como existen servicios de mediación para resolver conflictos y en cambio no existen servicios de justicia restaurativa comunitarios. Entiendo que en parte esto sucede porque se confunde continuamente ambas instituciones y a esta confusión contribuyen muchos expertos que teniendo la oportunidad de distinguirlas,  las fusionan hablando incluso de mediación restaurativa. Otro reto es que los políticos entiendan que los resultados no van a ser de un día para otro, y que por tanto no van a poder vender la prensa el éxito inmediato del programa. Y es que cuanto daño hace el querer ser pionero o ser el primero en algo, y ¿si somos no los primeros pero si los que sabemos que algo es bueno y lo queremos replicar?

CONCLUSIONES

En un mundo marcado por las guerras, la violencia y los discursos que generan odio, buscar mecanismos y fórmulas que complementen el sistema penal  y busque la construcción de paz puede ser considerado un acto revolucionario.

Nos estamos acostumbrando a hablar de mecanismos de diálogo pero solo para venderlos como algo bueno buscando decir que se hace mucho,  sin verdadera implicación y actividad práctica constatable. Es buena la formación es más todo facilitador de justicia restaurativa debería tener una formación continua pero es incluso más necesario facilitar la implementación de programas restaurativos que favorezcan la reparación del daño, la prevención y la educación como medio para evitar la reproducción de actos violentos y / o de ciertos delitos.  Sin embargo, pareciera que la implementación de programas restaurativos no entra en los planes de políticos y si se lo plantean esto se reduce a algo testimonial y solamente con el único propósito de servirles como propaganda política. Igual que reflexiono en mi libro la función transformadora de la justicia restaurativa, animo a los facilitadores a pensar y soñar con otras intervenciones restaurativas siendo éticos y teniendo los principios restaurativos como eje. Si la administración no quiere implementarlos vamos a hacerlo desde la sociedad civil.




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