Virginia Domingo de la Fuente
La asesina de Gabriel, Ana Julia ha colaborado en todas las tareas que se le han asignado, incluyendo su trabajo en la cocina, un lugar destinado a internas de confianza. También ha mantenido una actitud educada y respetuosa tanto con las demás reclusas como con los funcionarios. Paralelamente, pasa largas horas leyendo libros como El monje que vendió su Ferrari.
Esta noticia se ha difundido en múltiples medios de comunicación justo cuando se cumplía el aniversario del asesinato del pequeño. La madre, Patricia Ramírez, ha tenido que volver a salir públicamente para exigir algo que debería ser lo lógico: respeto.
Más allá de que las personas tengan derecho a la reinserción, hay algo importante que nunca deberíamos olvidar y es el respeto a las personas que han sufrido un daño y a la memoria de las víctimas. Ambas cosas se pueden dar sin herir de forma reiterada a las víctimas.
RESPETO A LAS VÍCTIMAS VERSUS DERECHO DE LAS PERSONAS A LA REINSERCIÓN
Lo primero que deberíamos repensar es qué ofrecen los medios de comunicación a los espectadores. No parece que esto sea una noticia de actualidad y mucho menos cuando era el aniversario del asesinato del niño. Entonces se ofrece esta noticia por puro morbo, sin pensar el daño que se puede generar. Como autocrítica diría que debemos reflexionar sobre a donde vamos como sociedad, una sociedad cada vez más interesada en el morbo y en visionar historias basadas en crímenes reales. Estamos perdido empatía y desgraciadamente esto va a más si no ponemos los remedios adecuados.
Si una persona ofensora está haciendo progresos en prisión, está bien, y nos alegramos porque significará que está funcionando la reinserción. De todos modos, el buen comportamiento en un centro penitenciario no es indicativo suficiente de lo que pueda pasar cuando la persona salga fuera, porque dentro se eliminan muchos estímulos para delinquir que resurgen cuando salen. En todo caso me parece estupendo, lo que no logro entender qué importancia tiene esto para la población máxime cuando se hace publico justo en una fecha tan dolorosa para la familia del niño.
Es muy sencillo comprender que las víctimas merecen respeto y que no se manche la memoria de sus seres queridos. Nos olvidemos de que una persona no deja de ser víctima porque el juicio haya acabado, el proceso de sanación lleva su tiempo. Se necesita generar resiliencia para encontrar una narrativa que las permita pasar de víctimas a supervivientes y desde luego tener que estar todo el tiempo exigiendo respeto, no ayuda nada. El estatuto de la víctima dice en su artículo 3: “ Toda víctima tiene derecho a la protección, información, apoyo, asistencia, atención y reparación, así como a la participación activa en el proceso penal y a recibir un trato respetuoso, profesional, individualizado y no discriminatorio desde su primer contacto con las autoridades o funcionarios, durante la actuación de los servicios de asistencia y apoyo a las víctimas y, en su caso, de justicia restaurativa, a lo largo de todo el proceso penal y por un período de tiempo adecuado después de su conclusión….”
El estatuto de la víctima habla de un trato respetuoso y profesional durante el proceso penal y por un periodo de tiempo después de su conclusión. Quizá sería el momento de redefinir esta ley y que las víctimas tengan ese respeto con independencia del tiempo que haya transcurrido desde la finalización del proceso. Pero un periodo de tiempo adecuado, que es lo que dice la ley, nos sirve para entender que será el que necesiten las víctimas hasta que la herida haya comenzado a sanar. Solo con esta ley deberíamos tener claro que antes de pensar en conseguir espectadores o lectores, deberíamos pensar en las víctimas y si nuestra actuación puede revictimizarlas. Las leyes en general se preocupan por no revictimizarlas durante el tiempo que dura el juicio pero vemos que hay escasas referencias al después. Nos olvidamos, como he dicho, que en este después una persona puede seguir sintiéndose víctima o en todo caso su necesidad de reparación del daño o al menos mitigación del dolor puede ser que se honre y se respete la memoria de su ser querido.
Estamos acostumbrados a pensar que las víctimas son punitivas que quieren que caiga todo el peso de la ley en las personas ofensoras. Pensamos que necesitaríamos nosotros en su lugar, pero el hecho es que se debería dar voz a las victimas y sobre todo atender a sus requerimientos, máxime cuando es tan sencillo como el respeto.
Sería importante valorar que necesitamos normas que protejan a los que ha sufrido un daño más allá del proceso penal y que este tiempo adecuado después de su finalización del que habla el Estatuto de la víctima sea la norma general. Es más esta protección debería ser hasta que las personas dejen de sentirse víctimas. Y ¿cómo saber si estamos dañando a las víctimas? En ocasiones es difícil saberlo pero con un acto de empatía podríamos entender que determinadas actuaciones como las de la noticia van a causar un daño a la víctima que lo puede leer o escuchar. Se trataría de ponernos por un instante en los “zapatos de la otra persona” y ante la mínima duda de que puede ser revictimizante, evitar dar publicidad a una noticia carente de relevancia y que solo puede aportar dolor.
Pero en todo caso, estamos perdiendo la facultad de pedir disculpas de forma sincera, esto implica : lo siento, ha sido mi culpa que podemos hacer para compensar el dolor. Si hemos dañado nuestra obligación es hacer lo correcto, al menos esto nos enseña la justicia restaurativa. Por eso, necesitamos un enfoque restaurativo y espacios restaurativos que aporten seguridad y tranquilidad a las personas para continuar su proceso de sanación.
JUSTICIA RESTAURATIVA COMO ESPACIOS DE RESPETO Y SANACIÓN
En muchas ocasiones he comentado que la justicia restaurativa va más allá de propiciar un encuentro entre la víctima y la persona ofensora, existen otras opciones restaurativas para ayudar a las personas. Por eso, he hablado varias veces, de espacios restaurativos, estos serían lugares y programas donde las personas que ha sufrido un daño puedan sentirse seguras, contar su historia y sus necesidades. Si las necesidades no pueden ser atendidas por los ofensores se buscaría como atenderlas tanto por la comunidad como por otras personas. En este caso, la necesidad de respeto puede ser gestionada por todos y cada uno de nosotros (no debemos eludir nuestra capacidad para actuar ) si decimos no a escuchar noticias carentes de empatía como las de la noticia, los medios dejaran de publicarlas. Como comunidad somos victimas indirectas pero también debemos darnos cuenta de que somos agentes responsables y podemos ayudar a que muchas víctimas puedan ver sus necesidades cumplidas y es algo tan sencillo como lo que expone la madre de Gabriel. Ahora que alguna magistrada ha leído mis artículos y habla de espacios restaurativos invito a la sociedad en general a generar estos espacios seguros donde empaticemos y digamos basta ya al morbo y al mal uso del nombre de una víctima. Asimismo dejemos de pensar que el único objetivo de la justicia restaurativa es la reparación del daño, la justicia restaurativa no siendo terapia puede ayudar a las personas en su proceso de sanación, les da voz, escucha sus necesidades después del proceso penal, las acompaña en ese día después de que el sistema ya no las tenga en cuenta porque supuestamente ya ha cumplido su propósito. Hablo de espacios restaurativos para propiciar la sanación. Como sé que muchas personas querrán tomar esta idea, diré que se debe tener cuidado porque estos no son terapia, y no se basan en entrevistas individuales ni en querer que las víctimas hagan algo o se comporten de la manera que nosotros queremos.
En el programa de justicia restaurativa Ave Fénix propiciamos estos espacios restaurativos de sanación y son un lugar para que las personas puedan reivindicar lo que las falta y no han obtenido del sistema o lo que hubieran necesitado. El juicio penal acaba con la condena pero el dolor no finaliza ese día por eso los espacios seguros de sanación son una oportunidad para que las víctimas puedan continuar su proceso y a la vez puedan sentir que el sistema no las revictimiza.
CONCLUSIONES
No vivimos en un mundo perfecto, desgraciadamente a las personas buenas las pasan cosas malas. El estado creó por eso, el sistema penal y penitenciario y está bien, sin embargo, la realidad es que las necesidades de estas personas buenas que han sufrido un daño no se atienden con un simple proceso penal, ni tan siquiera con una sentencia ejemplar. Tenemos leyes que las protegen pero debemos extender esta protección para que una necesidad frecuente de muchas víctimas la de respeto sea reconocida y atendida. Esto no obsta para que las penas privativas de libertad puedan cumplir su objetivo de la reinserción. No entran en colisión.
Si estas necesidades no son cumplidas por algunas personas nosotros como sociedad debemos hacer lo posible para que se repare y se atiendan, es hora de tomar dosis extra de empatía para no causar más daños a las víctimas.
Además el estado que se cansa de reivindicar la justicia restaurativa debería dejarse de tanto marketing y valorar las diferentes opciones restaurativas que se pueden ofrecer para hacer una justicia más humana. Para ofrecer verdaderas políticas públicas restaurativas deberían asesorarse por los verdaderamente expertos en justicia restaurativa y que saben lo que es el trabajo artesanal no la labor de investigación. Cuando existen servicios de justicia restaurativa que siguen confundiéndola con mediación, cuando los facilitadores solo tiene formación en mediación o ni tan siquiera en eso, cuando los que aparecen como expertos son magistrados que no han hecho un solo curso, cuando los técnicos de la administración apoyan a una entidad sin formación pero que son amigos suyos y un largo ejemplo de casos similares que están sucediendo habitualmente, no podemos ofrecer buenas prácticas en justicia restaurativa y esto seguirá siendo una utopía. Sin embargo, mientras los espacios restaurativos sean una utopia con algunas excepciones como el programa Ave Fénix, lo que si podemos hacer es tomar nuestra parte de responsabilidad y reclamar el respeto para las víctimas como Patricia, que su voz sea nuestra voz.