Carpeta de justicia

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Los profesionales que dedicamos nuestra actividad al Derecho societario nos encontramos con cierta frecuencia con el conflicto societario y de intereses. Voy a centrar mis reflexiones en la defensa del socio minoritario, profundizando en la negociación como vehículo para encontrar vías de solución que generalmente pasan por la desinversión del socio minoritario.

 

Tres aspectos hay que conocer y manejar para una adecuada solución:

1) En primer lugar, conocer muy bien los recursos de la sociedad y dónde tiene el negocio y la ganancia.

Conociendo la empresa y el modelo de negocio resulta más fácil adentrarse en las posibilidades para el establecimiento de un precio justo, más allá de lo que determinan sus estados contables.

Y ello aun cuando el principio fundamental que debe inspirar la preparación de las cuentas anuales de la sociedad es que dichas cuentas muestren la imagen fiel del patrimonio, la situación financiera y los resultados de la misma. En muchas ocasiones los registros contables, no obstante, no ofrecen la sustancialidad del valor cierto y medida adecuada para la transacción económica.

Como sabemos, el patrimonio social es el conjunto de todos los bienes, derechos u obligaciones de la compañía. El patrimonio social comprende los medios económicos y financieros para que una empresa pueda llevar a cabo su actividad económica.

Debemos estar alertas a la actividad económica: conocer sus proveedores y sus clientes nos pueden -como ya he dicho- ayudar en la negociación.

2) En segundo lugar, activar la presión y exigencia de los derechos societarios para que los mayoritarios sientan que los socios minoritarios están allí y son molestos. En definitiva, el socio minoritario se convierte en una suerte de “garrapata” de la que es difícil desprenderse y esto provocará, por lo general, abrir la posibilidad de los mayoritarios de asumir la desinversión de éstos, bien por vía de adquisición directa o por autocartera, que suele ser meta y solución del problema.

3) En tercer lugar, el abogado en la negociación no debe perder nunca la vía, lo que podemos llamar el “el canal abierto”, lo que significa que siempre hay que tener vías abiertas que posibiliten el dialogo y favorezcan el acuerdo.

Me parece interesante, en este sentido, traer a colación un trabajo de mi compañero y director de despacho José Domingo Monforte, que se publicó en la revista Nuevas Tendencias Jurídicas y posteriormente en el año 2012, fue reconocido en México –Revista Istmo. ¿Negociador o Negociante? Cómo resolver los conflictos societarios. De dicho artículo extraigo el apartado  que dedicó a la  “Negociación del buen profesional” y en la que daba recomendaciones que influyen en el éxito de la negociación que son:

  1. Considerar a las personas y el problema. En una negociación debemos individualizar el trato, teniendo muy en cuenta las circunstancias y valores personales y emocionales. No olvidemos que el acuerdo que intentamos alcanzar deberá satisfacer los intereses personales. Saber tratar el problema, por grave que sea, y mantener una buena relación con la persona que está al otro lado eleva la profesionalidad. Cuando escuchamos al otro con cierta empatía provocamos un clima de relajación psicológica que favorece la negociación.
  2. No partamos de la idea de que el responsable del problema es otro. El experto en la negociación no debe caer en el error de desplazar responsabilidades para, a partir de ahí, buscar el aflojamiento posicional. Eso sólo provocará una actitud reactivo-defensiva que, con toda seguridad, finalizará en hostilidad. Por el contrario, debemos saber reconocer la posición del adversario e ir trabajando para que se involucre en la negociación.
  3. Imaginación y creatividad en la búsqueda de soluciones con ventajas recíprocas. Para tener creatividad, se debe conocer a fondo la materia sobre la que se negocia, lo que significa una profunda preparación técnica y jurídica sobre el problema a resolver. Lograr la solución satisfactoria pasa a veces por la insatisfacción de las dos partes: nadie gana por encima del otro y otros ganan. Con el paso del tiempo, a los profesionales se nos acaba recompensando con el reconocimiento de las soluciones que dimos y se aceptaron en el convencimiento del beneficio común.
  4. Honradez y lealtad. Es el principal valor. Ser una persona de bien, con los valores éticos bien asentados; no buscar la solución en la trampa al adversario, sino por el contrario, ser transparentes en nuestros posicionamientos y, a la vez, fuertes y eficaces ante las hostilidades.

Estas reglas distinguen al negociador del mero negociante, y hacen acreedor de la confianza al buen profesional. Además, garantizan el adecuado tratamiento de los conflictos.

En mi experiencia, que ahora comparto, no he encontrado mejores consejos que ofrecer.




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