Innovar o morir
La innovación es ya parte de nuestra profesión. Mayor digitalización y apoyo en las nuevas tecnologías, creación de redes colaborativas, combinación de procesos innovadores con aquellos más tradicionales, nuevas formas de comunicación y entradas de inversores en el capital de las firmas son algunas de las medidas que los despachos han implantado para innovar en sus servicios y estructuras.
En efecto, las firmas ya incorporamos la digitalización de documentos y apoyo externo de servicios digitales para reducir costes e incrementar competitividad. Se han creado redes colaborativas integradas por profesionales de diferentes disciplinas, culturas, e incluso firmas con objeto de irrumpir en el mercado con soluciones para la nueva realidad económica y social, tan competitiva y cambiante: son redes abiertas, dinámicas, participativas, y ágiles. Algunas se han construido para proyectos específicos, otras están centradas en disciplinas concretas y otras son vehículos de canalización de diferentes iniciativas empresariales o sensibilidades sociales. También se han creado espacios y equipos impulsores de procesos creativos –los denominados “labs”- donde se proponen nuevos servicios y procesos de mejora.
El reto de todo ello es aportar resultados y soluciones operativas para el mercado. Tal y como apuntan algunos expertos en innovación, esto se logra extendiéndola a todas las capas y miembros de la firma. Si bien la innovación requiere de liderazgo y estrategia para su inicio, para llevarse a cabo necesita la colaboración y participación de toda la empresa: la innovación es un proceso y, por tanto, el equilibrio entre equipos innovadores y tradicionales es clave para su implementación y progreso.
Asimismo, los abogados nos estamos convirtiendo en agentes de cambio: ya no sólo prestamos asesoramiento, sino que además impulsamos y somos parte de los procesos creativos. Se nos valora, además de por nuestra pericia técnica, por la capacidad de crear oportunidades, aportar valor y de sumar en los proyectos empresariales o sociales que asesoramos.
También las propias firmas están innovando en cuanto a sus estructuras. Ejemplo de ello es la entrada de fondos de capital riesgo. Esta tendencia que en España es inicial, probablemente irá en aumento. El capital riesgo es ya parte de nuestra economía diaria –alimentación, moda, salud-; todos estos negocios han crecido exponencialmente con el impulso de fondos. Sectores similares a la abogacía, como es la sanidad, también han acogido estas formas de financiación con buenos resultados. En el sector jurídico vemos por ejemplo cómo la protección cibernética es estándar de buena práctica y una exigencia de los clientes. Esta dependencia tecnológica, y otras futuras, requerirán de fuertes inversiones, por lo que la entrada de fondos pasará a ser más que una opción una necesidad. Además, con estas entradas de capital las firmas podrán fortalecer su digitalización, modernizar y globalizar sus equipos y ofrecer a los usuarios servicios más estandarizados, ágiles, y competitivos. Las firmas que quieran optar por este nuevo modelo de negocio deberán trabajar su productividad y su solvencia para llegar a los criterios de rentabilidad exigidos por los inversores.
Con estas claves podemos llegar a entender en cierto modo el nuevo escenario en el que se va a colocar la profesión. La innovación será ya un elemento más de la misma, continuo y constante, donde habilidades como la empatía, ética, servicio y honestidad profesional serán más necesarias que nunca para validar procesos más estandarizados, rápidos y cambiantes. Los modelos con mayor capacidad de respuesta serán los que continuarán operativos: por ello es tan importante acoger la diversidad, multiculturalidad, elementos multidisciplinares y globales, y fomentar la creatividad dado que todo ello ayuda a anticipar las necesidades de los clientes y es indicativo de los retos a los que las firmas tendremos que hacer frente en el futuro.
Sönke Lund y Sandra March
Abogados
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