Está pasando.
No lo digo yo, y por favor, tratemos de entender la crítica.
Acaba de salir a la luz la última edición de lo que ya se considera el clásico internacional de estudios de la Abogacía; “Lawyers in 21st-Century Societies” (Los abogados en las sociedades del siglo 21)
No, esta edición tampoco incluye a España.
Sus autores no parecen haber considerado que exista material para publicar un capítulo sobre la abogacía en España.
Las razones: la abogacía española necesita ser estudiada críticamente, o quedará relegada a la irrelevancia, nacional e internacionalmente.
Desde la perspectiva de los estudios sobre abogacía, si me leyese Victoria Ortega desde el Consejo General de la Abogacía Española (CGAE), que es mucho pedir, posiblemente pensaría que esto no puede ser cierto.
Existen numerosas encuestas y baremos varios sobre la profesión y se podría argumentar que los datos están sobre la mesa.
Claro que están sobre la mesa, pero la forma en la que se han recogido, los criterios de recogida, la institución que los esponsoriza y la forma en que se procesan, distan de ser aceptables sociológicamente hablando.
Es decir, aunque dichos datos pudieran servir, y sirven sin duda, como fuente para ciertos estudios, no pueden considerarse como una posición definitiva desde la sociología.
La única que pasean nuestros colegios es la abogacía de los negocios
Y sobre todo, no nos muestran un perfil completo de la institución y la profesión en España.
Desde la perspectiva internacional, tanto María Eugènia Gay Rosell, decana del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB), como José María Alonso, su homólogo en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM), en cualquiera de sus múltiples periplos y apariciones internacionales, podrían argumentar que la abogacía española tiene una presencia internacional.
Pero no nos engañemos, internacionalmente, la única abogacía española que pasean nuestros Colegios es la abogacía de negocios, la de las grandes firmas.
Así las cosas, el 90 % de las abogadas y abogados españoles,que no somos parte de dicho modelo de abogacía de negocios, seguimos sin contar con estudios serios que analicen nuestra problemática.
Duele constatar que la abogacía independiente, que practicamos la mayoría, se encuentra huérfana, no sólo académica, sino institucionalmente.
Ni el CGAE ni los Colegios, pero tampoco la Universidad, parecen interesarse demasiado por el estudio de la profesión como una realidad sociopolítica, de la que dependemos más de 150.000 profesionales.
Es muy necesario que nos lo tomemos en serio nosotros y nosotras.
Porque de un análisis sociológico de la realidad institucional y profesional que vivimos, depende que podamos plantear soluciones realistas a los problemas que vivimos.
Así, desde el análisis objetivo de nuestra realidad, podremos determinar los problemas con datos incuestionables.
Esta es la única forma de avanzar en la configuración política o legal de la Abogacía como institución, el marco jurídico para su ejercicio como profesión, la restructuración de su estudio a nivel universitario, etc.
Pero también ese estudio puede ayudarnos a abrir el muy necesario debate sobre los modelos empresariales que se reconocen institucionalmente a día de hoy, y los que precisamos para poder mantener la viabilidad de nuestra profesión.
Quizás, este estudio pueda ayudar a las asociaciones y redes de abogadas y abogados de nuestro país a demostrar que puede existir una abogacía viable más allá del modelo de la abogacía de negocios, la de las grandes firmas.
También que la abogacía mayoritaria ha de estar representada con mayor diversidad; que no puede dejarse en manos de una clase media o alta, conservadora, actualmente representada en los órganos de gobierno de la mayoría de los Colegios.
Nuestra abogacía es diversa y mayoritariamente independiente. Abogadas y abogados representando una realidad social y política igualmente diversa.
Más que en ningún otro país de nuestro entorno, y quizás porque no se nos nombra en los estudios mencionados, necesitamos establecer una posición clara en España sobre qué es realmente la abogacía.
Abogadas y abogados tenemos que ser especialmente críticos, por dos razones fundamentales:
- La Abogacía como institución jurídica, con mayúscula, que representa y defiende a la ciudadanía y que actúa como garante de garantías políticas, se encuentra cada vez más lejos de la voz de aquellas personas, colectivos e instituciones que no tienen voz.
- La Abogacía como profesión tiene muy comprometida su viabilidad para quienes la practicamos fuera de las estructuras de la abogacía de negocios, y precisamos analizar y encontrar nuevos modelos de práctica profesional.
¿Qué podemos plantear?
Créanme que es algo que he estudiado y sigo estudiando y sobre lo que me gustaría ver muchas más opiniones.
Cuando comencé a interesarme por los Estudios Críticos del Derecho, el profesor Duncan Kennedy, de Harvard Law School, me animó con mi proyecto de plantear una Teoría Crítica de la Abogacía en España.
El hecho de que los Estudios Críticos del Derecho no hubiesen tenido una acogida en nuestro país, no impedía que, a lo mejor, desde la profesión pudiésemos plantear algo interesante.
Sin duda, el profesor Richard Abel, coordinador de “Lawyers in 21st-Century Societies” es el mayor experto en estudios sobre la abogacía a nivel mundial y cualquier trabajo en esta línea, debería enmarcarse en este proyecto.
Quisiera animar a aquellas compañeras o compañeros interesados en esta posición crítica que se involucren en el estudio de la profesión, a través de las referencias anteriores, y también familiarizado con el trabajo que el Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati realiza en nuestro país o que se pongan en contacto conmigo.
Lawyers in 21st-Century Societies se inserta en el Research Committee on Sociology of Law (RCSL) –o Comité de Investigación sobre Sociología del Derecho– parte del trabajo que se realiza en Oñati.
Se trata de una obra en común publicada junto a las profesoras Ulrike Schultz y Hilary Sommerlad, expertas en estudios de género en las profesiones jurídicas, con las que he tenido la oportunidad de estudiar y trabajar en este proyecto de Abogacía Crítica.
Espero que una vez tengamos algo presentable, podamos añadir un capítulo español a la obra citada.
Un capítulo que nos ponga en el mapa; que nos otorgue la relevancia profesional que a nivel internacional se merece una abogacía tan viva y diversa como la nuestra.