Raimon Casanellas Bassols
Nuestras empresas ya no están excesivamente endeudadas. Lejos están ya los años en que sí que se daba un endeudamiento excesivo. Sin embargo, ahora hay que poder disponer de crédito para acometer proyectos rentables. Y ello, olvidándose ya de tener que hipotecar inmuebles u otorgar avales para poder financiarse y, en su lugar, planificando la rentabilidad y financiación de dichos proyectos y documentándolo adecuadamente para obtener la financiación necesaria.
La regla de oro estriba en hacer uso de las fuentes de financiación ajena, no solo del crédito gratuito (proveedores, entidades públicas), sino también de las que tienen coste, pero, sin asumir un riesgo financiero excesivo. El apalancamiento financiero, que permite aumentar la rentabilidad empresarial, debe ser controlable a través de instrumentos de revisión del riesgo.
Al respecto, existen múltiples señales de alarma tales como la pérdida de posición competitiva en el mercado, la pérdida de capital humano (en especial la de personal directivo), capital organizativo (procedimiento de coordinación y cultura organizativa) y capital relacional (relaciones y alianzas con clientes, proveedores y colaboradores en general); el aumento de los costes financieros; la disminución de la cifra de negocio; los aplazamientos excesivos; las pérdidas repetitivas; el mantenimiento de existencias obsoletas; el establecimiento de avales personales; la falta de seguro de crédito; el impago de impuestos o seguros sociales.
Los acreedores pueden hacer uso de fuentes de información pública y de aquella información que les facilita la compañía deudora o que conocen por sus relaciones con la misma, en especial, las que hemos citado anteriormente. Sin embargo, difícilmente tendrán las posibilidades de análisis que tiene la propia empresa, a la que le es relativamente fácil y, en todo caso, necesario, establecer mecanismos de vigilancia del riesgo de crédito.
Una herramienta interesante puede ser la fórmula de predicción de la insolvencia que ha desarrollado el profesor Oriol Amat. Está compuesta de diversos sumandos: activo circulante/pasivo circulante, patrimonio neto/activo, beneficio neto/activo, beneficio neto/patrimonio neto, con sus correspondientes coeficientes además de la constante de -3,9. Cuanto más positivo es el resultado de dicha fórmula, más solvente es la empresa. Por el contrario, cuánto más negativo es el resultado, más probabilidad de insolvencia tiene la empresa.
Para poder analizar la fiabilidad de dicho predictor en relación con las empresas que acabaron en concurso en 2015, lo hemos aplicado a las cuentas anuales anteriores a la declaración de concurso de las compañías que concursaron en las provincias de Madrid y Barcelona y lo hemos comparado con todas las compañías que depositaron sus cuentas anuales en dicho ejercicio 2015. Se han distinguido dos grupos: el de aquellas compañías cuyas últimas cuentas anuales mostraban un activo superior a los diez millones de euros y aquellas cuyo activo estaba comprendido entre uno y diez millones de euros. Al aplicar la fórmula al conjunto de las compañías de Madrid y Barcelona con activo superior a diez millones de euros, se ha verificado que la mediana (valor que ocupa el lugar central de todos los datos cuando éstos están ordenados de menor a mayor) del primer grupo eran en Madrid de 2,44 y en Barcelona, de 2,47. En el segundo grupo, era respectivamente de 2,06 y 2,19. En ambos casos el resultado muestra un alto nivel de solvencia. En cambio, analizando solo las cuentas anuales de las compañías que luego concursaron, se obtienen datos totalmente distintos. En el primer grupo de compañías con activo anterior al concurso superior a los diez millones de euros, se obtienen medianas respectivas en Madrid y Barcelona de -1,25 y -1,83. En el segundo grupo de empresas con activo comprendido entre uno y diez millones de euros, las medianas son de -1,10 y -1,47. En ambos casos ello nos indica una clara previsión de insolvencia.
Por tanto, parece ser que esta fórmula tiene un alto poder predictivo. Observamos también que, entre todas las compañías que depositaron cuentas en dicho ejercicio de 2015, las de mayor tamaño tienen un predictor de solvencia más alto (2,47 en Barcelona y 2,44 en Madrid) que las de menor tamaño. No obstante, si analizamos solo las compañías que acaban concursando, los resultados del predictor para las grandes compañías son peores (-1,25 en Madrid y -1,83 en Barcelona) que los de las pequeñas. O sea que, aunque las compañías grandes ofrecían en general una mayor solvencia que las pymes, las grandes compañías que concursaron habían tenido anteriormente una situación financiera peor que las pequeñas.