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8 de marzo. Día Internacional de la mujer. Una fecha que este año llega cargada de simbolismo para mí porque hace justo dos meses me incorporaba a mi puesto de trabajo tras la baja de maternidad. Sí, en 2022 me convertí en madre, y casi en atleta profesional. Como tantas otras mujeres que no van a las Olimpiadas pero que cada día se ganan una medalla, la de la maternidad.

Aquellas que hacen, día tras día, la gymkana de las mañanas, la de los desayunos, los uniformes, la mochila, la bolsa de deporte, el material de las extraescolares y hasta la merienda. Junto con el maratón del resto del día: trabajo en casa o fuera, tareas del hogar, cuidados, y muchos mimos y desvelos. O en la categoría bebé: las inseguridades de todo inicio, lactancia materna o biberón, primeras papillas, control de intolerancias, rutinas de sueño… Sin olvidar una categoría muchas veces silenciada, la de aquellas que están en el camino hacia la maternidad pero que tras el pistoletazo de salida se han encontrado con una verdadera pista de obstáculos. Y todo ello participando en la carrera de la crianza en solitario o en equipo.

Mil y una maneras de ser madres. O de no serlo. La elección, de cada cual, pero con un mismo reto, el de la conciliación personal y familiar. Han pasado más de 120 años desde que se reconociera por primera vez en España un permiso laboral de tres semanas para las mujeres que daban a luz. Era el año 1900. Tres décadas después, en 1931, se amplió este permiso a doce semanas y en 1989 a dieciséis. Desde entonces, el permiso de maternidad no se ha movido ni un milímetro (salvo en caso de partos múltiples u otras determinadas circunstancias). Afortunadamente, el de paternidad sí que se ha visto considerablemente ampliado en los últimos años, pasando de apenas unos días a igualarse con el que se reconoce a las madres. Todo suma en favor de la conciliación.

Ésta se regula en la Ley 39/1999, de 5 de noviembre, para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras. Una norma cercana ya al cuarto de siglo cuyo contenido se complementa por otras como el Real Decreto-Ley 6/2019, de 1 de marzo, de medidas urgentes para la garantía de la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en el empleo y la ocupación; o determinados artículos del Estatuto de los Trabajadores relativos al derecho a la adaptación y distribución de la jornada laboral, prestación de trabajo a distancia, etc. para hacer efectiva la conciliación familiar y personal.

El pasado 13 de diciembre el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto de la Ley de Familias que se basa en cuatro pilares fundamentales: la ampliación de la protección social a las familias y el apoyo a la crianza; la garantía del derecho a la conciliación; el pleno reconocimiento jurídico de los distintos tipos de familia, y la protección de los derechos de niños, niñas y adolescentes.

Una de las principales medidas que prevé pasa por extender la protección de la que se benefician las familias numerosas a las monoparentales con dos hijos o más. Además, la normativa contempla la creación de tres permisos de cuidados: uno de cinco días al año, retribuidos, para atender a un familiar hasta segundo grado o a un conviviente; un permiso parental de ocho semanas, que podrán disfrutarse de manera continua o discontinua y a tiempo parcial o completo, hasta que el menor cumpla 8 años, y un permiso por ausencia por fuerza mayor familiar que será de cuatro días retribuidos al año.

Todavía falta el trámite parlamentario para su aprobación. Por lo que será su texto definitivo el que nos dé la pista sobre si se trata de medidas efectivas y realmente aplicables o de una mera declaración de intenciones.

Mientras tanto, la realidad de la conciliación laboral y personal seguirá dependiendo de escuelas infantiles, colegios, actividades extraescolares y de la inestimable ayuda de los abuelos. En España, según un informe del Imserso, la mitad de los abuelos reconoce cuidar de sus nietos casi todos los días y el 45% hacerlo todas las semanas. Entre ellos se cuentan los míos, los que, como tantos otros, una vez agotada su vida laboral, cuidan a mi hija con todo su cariño y dedicación para que nosotros, los padres, podamos continuar la nuestra. Agradecimiento infinito.

Ante esta realidad, numerosas voces han planteado si pudrieran establecerse en España determinadas modificaciones fiscales para los abuelos que cuidan de sus nietos. Al estilo de Hungría o Alemania donde ya se aplican estos beneficios. Otros se inclinan por aumentar las ayudas e incentivos fiscales vinculados al cuidado de los niños. Así se viene haciendo en Suecia, Países Bajos o Dinamarca donde está bien articulado el soporte formal a la maternidad y son numerosos los beneficios maternos, situándose, en consecuencia, la tasa de cuidado por parte de los abuelos en el 2%.

En España la carrera de la conciliación sigue en marcha y sin que se aviste la meta. Por eso cada 8 de marzo seguiremos reivindicando el papel de todas esas mujeres, esas atletas de la vida en pos de la conciliación, pero también de una igualdad efectiva y real que no penalice la maternidad en el ámbito profesional y que borre definitivamente la brecha salarial.




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