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Hay algo profundamente español en lo que pasó la última Nochevieja en la Puerta del Sol. No hay que hablar de las uvas, los cuartos o el confeti barato que se pega a las suelas; más bien, hay que aludir a lo sucedido en los balcones. Este país tiene una relación fetichista con ellos: desde los pregones a las discusiones de vecindario, siempre hay alguien asomado, vociferando, marcando territorio. En televisión, claro, no iba a ser diferente.

En uno de esos balcones estaba David Broncano, que a estas alturas se maneja con la audiencia como un trilero con las cartas. A su lado, LalaChus, equipada con un megáfono y la energía caótica de quien ha bebido una copa de más o se ha levantado ese día con ganas de marcha. Lo que hicieron no fue otra cosa que colarse en la fiesta de Antena 3 desde el suyo propio, como quien grita “¡guapos!” en una boda a la que no le han invitado. “Esto no puede ser legal”, decía Broncano entre risas, y mientras tanto en la competencia, tras haber saludado en un primer momento, tiraban de biombo para tapar la trinchera, que es lo que hace la gente educada cuando le están montando un número en el portal.

¿Y Pedroche? Intocable, claro. Ella, que cada 31 de diciembre es un fenómeno atmosférico más, un eclipse que dura diez minutos y deja a todo el mundo hablando hasta la resaca. Desde su balcón, elevado y solemne, ni caso. A Pedroche no se le interrumpe; se le contempla. Su vestido, siempre a medio camino entre la performance artística y el diseño de naves espaciales, ya era suficiente espectáculo como para preocuparse por los vecinos de enfrente.

El esquema fue simple pero efectivo: mientras las grandes cadenas de televisión ajustaban sus galas y discursos al segundo exacto, Broncano y compañía ofrecían un espectáculo informal, con comentarios sarcásticos y una puesta en escena deliberadamente desenfadada. No hubo interferencia técnica ni confusión real entre los espectadores, pero sí una apropiación simbólica del espacio que, en términos de percepción pública, transformó la solemnidad del evento en una suerte de parodia festiva.

 




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