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En vísperas del arranque de la campaña electoral, el grupo parlamentario Podemos presentó su programa de gobierno. Lo singular de este hecho es que aquel poseía un formato muy poco habitual. El programa fue concebido a imagen y semejanza de los famosos catálogos de la corporación multinacional Ikea. Una idea sin duda original (al César lo que es del César), pero que ha levantado alguna ampolla que otra, y más desde que se ha sabido la animadversión que ésta formación política tiene hacia el gigante del mobiliario.

Durante la presentación del programa electoral y a la vista de las evidentes similitudes con el catálogo de Ikea fue inevitable que Carolina Bescansa (desconozco ya el número que ostenta dentro de Podemos tras las idas y venidas que se han producido en el seno del partido) fuera preguntada acerca de si legalmente estaba todo en orden. Ella aseguró que el equipo jurídico de la formación morada lo había estudiado y sí, todo está en orden. Al ser todos los contenidos originales de Podemos, tanto el texto como las fotografías, no es necesario recabar autorización alguna a la multinacional creada por Ingvar Kamprad.

Sin embargo, este Letrado tiene sus dudas. Ciertamente el programa/catálogo, que por cierto tiene un coste de 1,80 euros, posee contenidos 100% creados por Podemos pero el formato es 100% Ikea. Al verlo a todos se nos vino a la cabeza el afamado expositor. Lo que uno piensa cuando lo ve es que los ideólogos del mismo han cogido el catálogo y lo han adaptado a sus necesidades. Es decir, lo han transformado.

Llegados a este punto, si echamos mano de la Ley de Propiedad Intelectual y nos vamos al artículo 21 podemos leer lo siguiente: “La transformación de una obra comprende su traducción, adaptación y cualquier otra modificación en su forma de la que se derive una obra diferente”. ¿El catálogo de Ikea se puede considerar como una obra? Mi parecer es que sí. Por  una parte porque posee unas características muy personales que lo diferencian de cualquier otro, no ya en el mercado de los muebles sino en el resto de sectores. Y además, al final de mismo se puede apreciar el símbolo ©, regulado en el artículo 146 de la citada Ley y que significa que se tienen todos los derechos reservados.

Partiendo de estas premisas, el mencionado artículo 21 estipula que la obra creada a partir una preexisten tendrá derechos propios. O sea, el programa de Podemos es, a día de hoy, una obra autónoma con todos sus derechos. No obstante, continua diciendo este precepto, se debe respetar el derecho, en este caso de Ikea, de “autorizar, durante todo el plazo de protección de sus derechos sobre ésta, la explotación de esos resultados en cualquier forma y en especial mediante su reproducción, distribución, comunicación pública o nueva transformación”, lo cual no ha hecho Podemos.

Es decir, en su día Ikea diseñó un catálogo que va renovando cada temporada para dar a conocer sus productos. Con el paso del tiempo, este muestrario, a raíz de la difusión que se hacía del mismo y gracias a su personalísimo estilo hicieron de él un clásico inconfundible. El hecho de que no se tratase de un mero panfleto contribuyó a que el catálogo ostentase una serie de derechos inalienables. Por este motivo, entiendo que Podemos no se debería “haber pillado los dedos” y debería haber pedido a Ikea que le autorizase para copiar la idea para elaborar su programa electoral y adaptarlo, lógicamente, al contenido que ellos desean. Llama la atención que, no sólo no han sido autorizados para realizar la transformación sino que a lo largo de las ciento noventa y cinco páginas que tiene el programa no se hace ninguna referencia a Ikea. 

Cabe señalar que el de transformación es un derecho de carácter económico o patrimonial que le pertenece a todos los autores. Este derecho está estrechamente ligado al derecho moral de modificación, ya que ambos poseen un contenido muy similar. La principal diferencia es que el primero puede ser cedido y el segundo es irrenunciable.

A fecha de publicación de este artículo, Ikea no se ha manifestado al respecto. Ni en un sentido ni en otro. Pero qué duda cabe de que podría sentarse en la misma mesa que quienes les están complicando las cosas para abrir establecimientos en algunas provincias españolas y exigirles una compensación por vulnerar un derecho que les pertenece.

Como decía al principio la idea es interesante. Llama la atención del ciudadano y, en cierto modo, incita a su lectura, lo cual ya es éxito tratándose de un programa electoral. No obstante, se trata de una apuesta algo arriesgada en tanto que deja abierta la puerta a que Ikea, puestos a ser malos, decida buscarle las cosquillas a los morados al grito de ¡Podemos!




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