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En mi práctica como abogado de familia, he sido testigo de innumerables historias donde el ideal de la custodia compartida choca con la compleja realidad de las dinámicas familiares. Aunque la sociedad y la judicatura tiende a ver la custodia compartida como el escenario ideal post-divorcio, mi experiencia me ha enseñado que no todas las historias familiares encajan en este molde perfecto y que a veces el buscar el acuerdo a toda costa o con abogados low-cost que poco profundizan en la dinámica familiar no es la mejor opción para la parte o para los hijos y os lo dice un abogado que suele buscar el acuerdo, pero no a cualquier precio.

Recuerdo el caso de Marta y Luis, quienes, tras decidir terminar su matrimonio, asumieron automáticamente que la custodia compartida era el camino a seguir por el bien de su hijo. Sin embargo, a medida que profundizábamos en su situación, emergían indicios de una relación marcada por un desequilibrio de poder que había dejado a Marta en una posición de sumisión profunda. Aunque no había violencia física, las secuelas emocionales en Marta y, por extensión, en su hijo, eran palpables.

Este caso, como muchos otros, la solución de formulario barato no es la más adecuada. La intervención de un psicólogo especializado fue clave para desentrañar las dinámicas subyacentes de esta familia, revelando que lo mejor para el hijo era un arreglo diferente al inicialmente imaginado, esta es razón que me movió a formarme como coach, para poder conocer mejor las necesidades del cliente y saber empoderarle a la búsqueda de sus soluciones. Unas evaluaciones psicológicas profundas, aunque puedan parecer una inversión extra al principio, son cruciales para entender el verdadero bienestar de los menores involucrados.

La decisión de llevar un caso por la vía contenciosa no es fácil. En el caso de Marta y Luis, enfrentarse a un proceso judicial más complejo fue una decisión difícil pero necesaria. Como abogados, nuestra misión es guiar a nuestros clientes a través de estas aguas turbulentas, siempre con el objetivo puesto en el bienestar de los hijos. A veces, eso significa optar por caminos menos transitados, pero más adecuados a la situación única de cada familia.

La colaboración entre abogados y psicólogos es, en estos casos, más que una alianza; es un puente hacia la mejor solución posible. Juntos, podemos desentrañar incluso las dinámicas más complicadas, asegurando que las decisiones reflejen el verdadero interés de los menores.

Mirando hacia atrás en mi carrera, y pensando en casos como el de Marta y Luis, reafirmo mi convicción de que no hay soluciones universales en el derecho de familia. Cada familia trae consigo una historia única que merece ser escuchada y comprendida en toda su complejidad. Y aunque la custodia compartida sea el ideal a alcanzar en muchos casos, nuestra responsabilidad es reconocer cuándo no es el mejor camino a seguir.

La ausencia de violencia no es sinónimo de un entorno sano. Es fundamental que, como abogados, psicólogos, y sobre todo, como sociedad, reconozcamos la importancia de evaluar cada caso de custodia con la profundidad que merece. Solo así podemos aspirar a decisiones que verdaderamente protejan y promuevan el bienestar de los hijos en medio de la disolución de un matrimonio.




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